Rumores «bien fundados» (?), como diría el presidente
Como es costumbre en este gobierno, los rumores corren antes que las comunicaciones oficiales. Primero, el presidente Trump dijo en un tuit de fecha 17 de junio que Guatemala se «preparaba» para convertirse en tercer país seguro. La prensa internacional reportó unos días más tarde que el Ministro de Gobernación consideraba que «el hecho de que un país como los EE. UU. nos vea como un país seguro en principio es sumamente positivo», como si de una ganga se tratase.
Lo que ha dado tracción al tema es que el lunes, 15 de julio, el presidente Morales se reunirá con el presidente Trump en la Casa Blanca, un suceso poco habitual que no se explica a no ser que exista un gran acuerdo detrás. Lo reportado por CNN, The Wall Street Journal y también por The New Yorker es que en los próximos días será un hecho el acuerdo entre EEUU y Guatemala para que nos convirtamos en tercer país seguro.
Naturalmente, el gobierno niega que la reunión tenga ese propósito, pero también negó que iría a Argentina a comprar aviones para el ejército y nos enteramos un día después por la prensa argentina de que el rumor era cierto y efectivamente iban a comprarlos (o a «adquirirlos», para usar la simpática nomenclatura que quiso emplear el Ministro de la Defensa para intentar sacar la pata).
¿Qué significa ser tercer país seguro y qué implicaría para Guatemala?
Todo nace en la Convención de Ginebra de 1951 que originalmente sirvió para atender a los refugiados de la Europa de la posguerra, luego ampliado por el Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados de 1967 a otras circunstancias. Ambos instrumentos fueron ratificados por Guatemala en 1983.
En términos muy sencillos y generales, esta normativa regula el derecho de asilo, al cual puede recurrir cualquier persona que busque protección en otro país si en su país de origen o residencia tiene temores fundados de ser perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, posiciones políticas, identidad de género o preferencia sexual.
En los últimos meses ha habido un incremento sustancial en la cantidad de migrantes que cruzan la frontera de México con Estados Unidos que reclaman asilo. Solo el año pasado Estados Unidos recibió alrededor de 62,000 peticiones de asilo de hondureños y salvadoreños. Trump respondió con su política de metering que consiste en limitar la cantidad de aplicantes de asilo que pueden entrar diariamente a los Estados Unidos, lo cual ha llevado a miles de migrantes a esperar en México en condiciones precarias hasta que sea su «turno», algo que lo determinan ellos mismos o las autoridades mexicanas.
El concepto de «tercer país seguro» se refiere al hecho de que quienes busquen la protección de asilo en un segundo país, en este caso EEUU, éste pueda negarse a darles asilo y remitirlos a un tercer país, en este caso Guatemala, que pueda darles las mismas atenciones y tratos. Eso implica que EEUU puede enviarnos centenares de personas que pidan asilo en EEUU hasta que su situación se resuelva.
Resalté la última parte del enunciado porque es la que pone en evidencia por qué es absurdo hablar de que Guatemala pueda ser un tercer país seguro. Guatemala no es siquiera capaz de dar atención adecuada al flujo actual de migrantes en el albergue ubicado en la zona 5 de la Ciudad. Mucho menos será capaz de dar vivienda, seguridad social, servicios médicos esenciales, educación o empleo a los mismos, algo a lo que nos comprometería el presidente Morales. Mucho menos hablar de la incapacidad que tendría nuestro sistema de justicia de procesar la cantidad de solicitudes de asilo que podrían venir.
Es cierto, Estados Unidos nos daría dinero para hacer frente a estas obligaciones. Pero como lo ha expuesto mi colega Arturo Villagrán, Guatemala es signatario de tratados internacionales en materia de Derechos Humanos y está bajo la jurisdicción de la CIDH y de la Corte IDH. Si Guatemala llega a violar derechos humanos de refugiados, seríamos responsables como Estado y el gobierno de EEUU no respondería de ninguna manera por ello.
La experiencia europea de designar a Turquía como tercer país seguro ha sido objeto de señalamientos de violaciones de derechos humanos a refugiados, lo mismo que ocurrió en Papúa Nueva Guinea que lo fue de Australia. Las organizaciones de derechos humanos en EEUU tienen claro que Guatemala no puede ser un país seguro.
La actitud de Morales y lo que queda
La cuestión solo tiene una explicación: al presidente Morales le quedan poco menos de seis meses de mandato y piensa que una actitud servil con la Administración Trump le comprará impunidad. Hipoteca al país y poco le importa el gran compromiso que asumiría Guatemala y que podría durar décadas. Se equivoca de todas formas. Trump solo piensa en las elecciones del 2020 y si no pudo construir un muro físico en México, Guatemala será su «muro» para enviar decenas de personas que piden asilo en EEUU. Mientras Morales sea útil, todo bien. Luego, lidiará con quien ocupe la presidencia.
Un grupo de colegas y el PDH ha presentado un amparo que busca evitar que el presidente Morales dé marcha con el acuerdo. Ojalá la Corte de Constitucionalidad actúe con prontitud y evite que Guatemala cometa este craso error y esta manifiesta ilegalidad.